divendres, 20 de febrer del 2015

Cambrai, Paris y Girona.

El otro día, después de devorar la Trilogía de la Fundación de Isaac Asimov, retomé una lectura de la cual estaba descansando, Un libro de Maurice Godelier, eminente filósofo, psicólogo y filólogo francés. Como ya veis, un máquina.

En su momento trabajó con el inefable Lévi-Strauss y hay quién diría que es el padre de la antropología económica francesa, aunque uno se atreve a afirmar, igual por simpatías ideológicas, que es el más grande exponente de ella.

La antropología económica es una disciplina transversal, ya que la economía le aporta gran parte de la teoría, y la antropología, ese inmenso trabajo de campo llamado etnografía, que no hay que confundir con la etnología. Como en todo, cada cuál la define más o menos cómo le conviene, pero en lo que todos parecen estar de acuerdo es en definirla como el estudio sistemático de personas y culturas: observando y introduciéndose en ellas, participando, para poder contrastar lo que se ve desde fuera, desde dentro y el qué se dice y el qué se hace.

  Después de esta, me perdonaréis si es excesiva, introducción, el libro en cuestión está escrito en 1974 y orbita sobre dos preguntas que, la verdad, en si mismas ya me parecieron bastante difíciles de comprender: ¿Qué sucede con la lógica escondida de los sistemas económicos y con la necesidad de su aparición, reproducción o desaparición, en el curso de la historia? ¿Cuáles son las condiciones epistemológicas del conocimiento teórico de esas lógicas y de esas necesidades? 

Una vez entendidas o soslayadas esas preguntas, me pareció que igual, lo que se estaba preguntando Godelier, es cuan racional es la economía y su evolución y qué leyes se esconden detrás.

Avanzando a trancas y barrancas por el prólogo (¡imaginaos!) me encontré con una frase que una vez vista y pensada puede parecer obvia, pero creo que llegar a esa conclusión no lo es tanto:

"La historia no es una categoría que explique, la historia necesita ser explicada."

Esta frase, además de ser lo que disparó mi imaginación y la necesidad de escribir esta entrada, me hizo pensar que ahí es dónde entra en juego el materialismo. No un materialismo como un marxismo vulgar, sino uno científico, uno que tenga en cuenta las contradicciones entre estructuras (superestructura e infraestructura), de las que nos habló Marx y también dentro de las mismas, pero sin darles un valor y definiciones concretas rígidas y dogmáticas. Un materialismo que tenga en cuenta otros factores además de las relaciones sociales entre dominantes y dominados, como la cultura o la religión y cómo influyen unas en otras, o mutuamente. Uno, que como la disciplina de Godelier, verdaderamente rompa barreras entre antropología, sociología, y economía.

Seguiremos informando, si consigo avanzar.

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