dilluns, 24 de març del 2014

Julio de 1995. Srebrenica y Estrasburgo.


Finales de Julio de 2012, se está cumpliendo el 18 aniversario de la Masacre de Srebrenica. ¿Alguien se acuerda?  En su momento no tuvo casi ninguna repercusión, a pesar de la cantidad de muertos y la brutalidad y lo esperpéntico de la situación. Pero no hay Julio que no me vuelva a la cabeza.

Corría el Julio del 95, ya estaba terminando la guerra de Bosnia, aunque el conflicto en los Balcanes acababa de empezar y en ese momento 400 cascos azules protegían la ciudad de Srebrenica, en la zona homónima de Bosnia, según la ONU  "zona segura" gracias a sus tropas. A pesar de eso, e
l ejército y grupos paramilitares serbios entraron en Srebrenica sin ninguna oposición, y bajo las órdenes de Ratko Mladic, separaron a todo varón musulmán, adulto, niño o anciano y fueron ejecutados. Todos.

Según las cifras oficiales, las de la misma ONU que los protegía, murieron 8000 varones bosnios musulmanes. Esas 8000 personas estaban bajo el cuidado y protección de 400 cascos azules, 400 soldados de las Naciones Unidas que dejaron entrar las tropas serbias y ejecutar a 8000 varones musulmanes.

Ahora volvamos unos meses atras en el tiempo.

 Al mismo tiempo que empezaba la guerra, un grupo trabajadores y estudiantes -una de ellas mi hermana- se organizó y creó una ONG llamada Ayuda Obrera a Bosnia, que con los años y conflictos creció y evolucionó a Ayuda Obrera Internacional. Esa gente, desde abajo, consiguió cosas básicas, comida, ropa, calzado, medicamentos y instrumental médico, junto a un par o tres de camiones.

Mi casa se convirtió en base de operaciones, teníamos el garaje hasta el techo de cajas con todo lo que tenían que llevar, dos camiones aparcados delante de casa y gente entrando y saliendo todo el día. Cuando aún no lo tenían todo preparado, les llegaron las primeras noticias de la matanza y decidieron cambiar los planes:

Conseguirían uno o dos autobuses, irían a Srebrenica, harían algo de "campaña" socialista y cargarían los autobuses con cuantas de esas mujeres quisieran subir. Las esposas, madres e hijas de los masacrados en Srebrenica  y llevarlas a Strasburgo, al Parlamento Europeo. Y así fue.


 Llegaron a Bosnia en unos días y consiguieron entrar, después de muchos problemas, en Srebrenica y siguieron su plan. En cosa de una semana estaban listos para irse hacia Estrasburgo y cuando estuvieron listos, marcharon hacia el Parlamento. 


En ese momento tenía 7 años, así que muchos detalles se me escapan, pero recuerdo claramente que tuvieron muchos problemas por el camino, fueron retenidos en fronteras, autopistas y hasta por los mismos cascos azules en Bosnia. También recuerdo la ansiedad y el medio de mi madre,  en esos días que esperábamos, siempre en contacto, a que nos avisasen para salir hacia Estrasburgo.

Llegaron con unos días de retraso y ver a esas mujeres me dejó descolocado, todas ellas eran víctimas de un conflicto que ya no les importaba. Todas esas mujeres habían perdido su abuelo, su padre, sus hermanos, sus hijos o sus nietos o todo a la vez. Todas aunque de diferente edad, tenían el mismo aspecto: eran cadáveres andantes, con la mirada vacía, la piel estropeada y el pelo blanco, no querían estar allí, pero tampoco en ningún otro lado. 

Y allí estaba yo,  un niño de 7 u 8 años regordete, rechoncho y feliz. Todas querían tocarme, abrazarme, tenerme con ellas y yo no entendía nada. Nada de nada. 

Esos días en Estrasburgo fueron intensos, inolvidables. Esas mujeres vestidas con lo que a mí me parecieron harapos dentro del parlamento europeo, con todo ese lujo innecesario, esas cristaleras enormes, paredes y suelos impolutos, brillantes. La tristeza, la rabia, la desesperación de esa gente y los trajes de los diputados, sus tripas y sus sonrisas. Las mismas sonrisas con las que decían que sí a todo, para no hacer nada.


Después del infrucutoso viaje a Estrasburgo, dos de las mujeres vinieron con nosotros, estuvieron unos meses de ruta por España, explicando sus vivencias. Durante esos meses, vivieron a ratos en mi casa y aprendimos mucho de ellas, ahora vemos el mundo con otros ojos. 

Aún guardo los calcetines de lana que me hicieron y recuerdo algún divertido desayuno intentando entendernos, aunque lo que mas recordaré son las horas con esas mujeres, todos querían un niño, un hijo, aunque fuese sólo durante unos minutos, postizo, un espejismo. 




¿Y tú? ¿Dónde estabas en Julio del 95?